sábado, 6 de septiembre de 2008

exilio (de la idea de "la casa")

"(...) and I've got a strong urge to fly.
But I've got nowhere to fly to.
Ooooh, Babe when I pick up the phone

There's still nobody home.

I've got a pair of Gohills boots

And I've got fading roots"


Nobody home

Pink Floyd.
The Wall


El teléfono no es amigo; en este momento Portland es una necrópolis. Todos mis amigos se han casado y están aburridos y deprimidos; o siguen solteros y están aburridos y deprimidos; o se han ido de la ciudad para evitar el aburrimiento y la depresión. Y algunos de ellos han comprado casas, lo que tiene que ser el beso de la muerte. Cuando alguien te dice que se ha comprado una casa, es como si te dijera que ya no tiene personalidad. Uno puede suponer de inmediato muchas cosas: que está atado a un trabajo que aborrece, que se ha arruinado, que pasa todas las noches viendo videos, que pesa diez kilos de más, que ya no presta atención a las nuevas ideas. Lo que es inmensamente deprimente. Y lo peor de todo es que a esas personas ni siquiera les gustan las casas en las que viven, y los escasos momentos de felicidad que tienen son aquellos en los que sueñan que se van a cambiar a casas mejores.

Dios santo ¿de dónde sale este malhumor?

El mundo se ha convertido en una gran casa silenciosa, como la de Deirdre en Texas. La vida no tenía que ser así.


Douglas Coupland
Generación X

* Imagen: Road Story. Alberto Fuguet. Novelá Gráfica.

1 comentarios:

Ada (sin h) dijo...

Mira Ricardito, una nota que escribió Pedro:


A propósito de la fecha que hoy recordamos, pensaba escribir un artículo sobre "La importancia de la superación del rencor en la evolución de los pueblos", pero debo decir que me dio un poco de flojera y es bastante tarde así que lo postergaré para más adelante. En su lugar dejo la letra de una canción que pese a mi juventud y no haber vivido en carne propia la dictadura, sino sólo sus consecuencias (nací el 87), cala hondo en mí y me emociona mucho cuando la oigo. Se la dedico a todos los exiliados políticos de la época, a aquellos que volvieron y a aquellos que aún permanecen en el extranjero, y se la dedico también a todos los seres humanos que constante e inevitablemente viajan. No me refiero al desplazamiento físico sobre la geografía, sino a los desplazamientos del yo interno hacia distintos estados psicoemocionales, a aquellos viajes que hacemos sin despegar un solo pie de la tierra, a aquellos viajes que a veces duran años y otras veces sólo días, pero que no son eternos porque superamos las barreras del tiempo y del espacio y volvemos en un regreso airoso después de la mortificante espera dura que nos propone el exilio de los pensamientos y sentimientos. Desde la desilución hacia el reencatamiento, desde la desesperanza hacia la esperanza, desde la negación hacia la afirmación, desde la depresión hacia la felicidad. Al menos yo, siempre vuelvo, aunque luego saque boletos para el próximo tren...


(pensé que podría gustarte a ti que viajas tanto)